Por mí y por todos mis compañeros

Acabas de llegar a la playa tras lo que te ha parecido un eterno viaje, entre peleas con tu hermano y el «gire a la derecha» del GPS. Ya estás allí, ves las olas muriendo en la orilla, los niños haciendo castillos de arena, incluso un par de muchachas haciendo topless. Sabes que deberías echarte crema, pero ya puedes oler el mar, está tan cerca… Te quitas la ropa y echas a correr.

Mientras tú te bañas felizmente, otros están sufriendo de forma silenciosa y, por tanto, muy peligrosa. ¿Quién? ¿Tu madre porque te faltan 2 minutos y 35 segundos para que pasen las dos horas desde que terminaste de comer? También, pero sobre todo las células de la piel.

 

Tino se ha despertado hoy, como todos los días, con una misión clara: producir melanina. Desde que nació, no ha conocido otra cosa, pero jamás se ha quejado y jamás se le ocurriría, pues esas son las instrucciones que se encuentran en su ADN. Tino es esa pequeña célula estrellada que los estudiosos llaman melanocito, y producir melanina es lo que le da sentido a su existencia. «¡Como si se pudiera ser sin tener una función!», piensa con regocijo Tino. La idea le parece ridícula, como a cualquier otra célula.

—¡Melanocitos, a trabajar! ¡Tenemos un código IV!

Tino sabe muy bien a qué situación se corresponde el código IV, se podría decir incluso que lo lleva en el ADN: radiación por luz ultravioleta (UV). La luz UV es un peligroso enemigo capaz de introducirse en la célula, llegar hasta el núcleo y alterar el ADN, lo cual provoca las temidas mutaciones. Estas pueden suceder aleatoriamente en cualquier parte del ADN y, según el lugar y el tipo de cambio que se produzca, las consecuencias pueden ser más o menos graves. Y es que no todas las funciones de la célula son igual de importantes. Seguro que a ti no te importaría tanto perder la capacidad de guiñar el ojo como la de comer, ¿no? Pues a las células les ocurre lo mismo

—¡Hay que evitar que la luz UV llegue al núcleo! —grita un melanocito situado a la derecha de Tino.

—No os olvidéis de darle parte de la melanina a vuestros hermanos queratinocitos —recuerda otro.

Los melanocitos, a pesar de la importancia de su función, son solo un 8 % del total de las células de la piel, mientras que los queratinocitos corresponden a casi el 90 %. Sin embargo, estos últimos no pueden producir ese pigmento del que tanto presumen los melanocitos —la melanina— que da color a la piel, los ojos y el pelo. Por eso, los melanocitos se encargan de generar suficiente pigmento para los dos y, a través de sus prolongaciones, cual brazos de estrella de mar, lo comparten con los queratinocitos.

—¿Por qué es tan importante que nos deis la melanina? —pregunta un queratinocito que lleva apenas unos días formando parte de tu piel.

—¡No es el momento, Rita! —le contesta, desesperado, un melanocito veterano.

Tino, sin embargo, se sabe la respuesta y exclama con orgullo:

—La melanina forma un arco protector alrededor de tu núcleo y absorbe toda la luz UV para evitar que llegue a tu ADN y cambiarlo.

—¡Guau! O sea, que es como una especie de caja fuerte para proteger lo más importante, el ADN, ¿no? —Rita se encuentra impresionada—. Pues sí que es importante, sí.

Tino asiente mientras le pasa un nuevo lote de melanina a Rita. Sin dejar de producir melanina, piensa en lo bien que está actuando para ser su primera crisis. Está siendo hasta divertido… De repente y sin poder evitarlo, Tino suelta un grito: acaba de sentir una punzada, que rápidamente se transforma en frío y oscuridad.

—¡¿Qué está pasando?! —grita asustado Tino. No siente sus orgánulos celulares, salvo de forma casi única, la mitocondria.

Leo, el melanocito experimentado, le dice con tristeza:

—Has sido dañado, Tino. La luz UV ha llegado a tu núcleo y ha mutado tu ADN.

—¡Nooo! ¿Y qué hago? ¿Cómo lo reparo?

—Es demasiado tarde para arreglarlo. Tu ADN ha intentado poner en marcha un par de mecanismos para arreglarlo, pero no han funcionado. Solo queda una opción: morir.

—¿Cómo? ¡No podemos dejarle morir, tiene que haber alguna forma de solucionarlo! —interviene Rita.

—No le estamos dejando morir, Rita —explica con calma Leo—. Él se va a suicidar, a matar a sí mismo: es algo que llamamos apoptosis.

—Pero…

A Rita no le da tiempo a terminar su queja, porque Tino la interrumpe:

—He oído hablar de ello —susurra—, pero nunca pensé que lo vería… y, menos, que me pasaría a mí.

La apoptosis se conoce también como muerte celular programada y es un mal menor. Si Tino no muere, la célula podría volverse cancerígena, multiplicarse y generar un cáncer de piel, un melanoma. Y eso es mucho peor que la muerte de una sola célula, comprende Tino, aunque esa célula sea él.

Es hora de morir. Con el trasiego que un código IV supone y los sollozos de Rita en la distancia, Tino se deja hacer. Su ADN lo tiene todo controlado: activa a esas proteínas que sus compañeras denominan, con miedo y respeto, sicarios. En lenguaje más científico, son las denominadas caspasas, las encargadas de acabar con la célula destrozando todo lo que se encuentra dentro de ella. Todas las proteínas de la célula, recién generadas o ya longevas, grandes o pequeñas, solas o unidas a otras proteínas… todas ellas son cortadas y destruidas. Pero no solo ellas sufren la catástrofe: el ADN también es atacado y finalmente eliminado. La membrana se va rompiendo y los componentes celulares se diluyen hasta que Tino es solo un mar de recuerdos.

Mientras Rita llora la muerte de Tino, tú sigues bañándote en la playa, ajeno al sacrificio de tantas otras células.

 

Bibliografia:

  1. Stuart Ira Fox. Fisiología Humana. 13aedición
  2. Griffiths. An Introduction to Genetic Analysis. 8th edition, .

Autora: Elisa Fernández Martínez. Graduada en Bioquímica por la Universidad Autónoma de Madrid, con máster en Developmental, Neural and Behavioral Biology por la Universidad de Göttingen y máster en Formación del Profesorado de Biología y Geología por la Universidad a Distancia de Madrid. Actualmente trabaja como técnica de investigación en un laboratorio de Neurociencia básica en Bonn, Alemania (IEECR, Universitätsklinikum Bonn), con un gran interés en comunicación científica. De hecho, contribuye a la organización en mayo el festival Pint of Science, donde científicos hablan de su investigación en bares.

LinkedIn: Elisa Fernández Martínez

Instagram: @thekinase

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