Mamá, papá…¡Quiero ser doctora!

¡¡¡Buenos días de martes!!!

Después de estos días de descanso, retomo la actividad del blog con las pilas bien cargadas. Siempre he tenido la sensación de que para mí el inicio del año se produce en septiembre y no en enero. Quizás sea porque me he pasado un alto porcentaje de la vida midiendo los años por cursos académicos… Sea como fuere, septiembre siempre ha sido un mes de comienzos, de proyectos, de ilusión y de motivación.

Como podéis intuir por el título, hoy la entrada del blog va a estar dedicada a todos los locos, que como yo, un día decidieron iniciar una tesis doctoral. Sobretodo a mis compis de batalla, que si no fuera por ellas, todo sería mucho más complicado. Como siempre, lo voy a hacer en primera persona y desde mi experiencia.

Como la mayoría de las personas ya sabéis, este año comienzo mi tercer año de doctorado, esto quiere decir que he pasado el ecuador del mismo… En un par de años, si todo va bien leeré mi tesis doctoral y obtendré el título de doctora (aunque a día de hoy, si soy sincera, veo la meta demasiado lejana, ja ja)

El motivo de esta entrada se debe a que, como le pasará probablemente a la mayoría de los doctorandos, cuando la gente me pregunta en qué trabajo y yo les respondo que estoy haciendo la tesis doctoral en la universidad, la mayoría me responden cosas como ¿osea que eres profesora de la universidad? ¿entonces no es un trabajo, sino que sigues estudiando? ¿pero cobras por ello? etc etc

Así que, al lío.

¿Qué es un Doctor o Doctora?

Si nos vamos a la definición de la RAE  «Doctor, ra: Es la persona que ha recibido el más alto grado académico universitario».

Suena super bien ¿verdad? Lo que no te cuenta la definición es lo duro que es llegar a recibir este alto grado académico… Si las mesas de las cafeterías universitarias hablaran…

Para conseguir el título de doctor, tienes que escribir y defender tu tesis doctoral, que consiste en un trabajo original de investigación en cualquier campo del conocimiento. Y recalco, lo de un trabajo original. El principal problema es que tu investigas sobre cosas que nadie ha probado ¿esto en qué se traduce? Pues normalmente, en que tus experimentos no van a salir bien ni a la primera, ni a la segunda, ni a la milésima muchas de las veces. Lo que, como podéis imaginaros, genera una frustración infinita. A veces lo que más te apetece es coger tus datos, hacer una bolita con ellos y tirarlos por la ventana.

El año pasado se publicó un estudio que hablaba sobre los problemas mentales asociados al doctorado. Y no me extraña, la presión con la que trabajamos suele ser muy alta, en algunos casos insoportable. Tenemos que tener en cuenta que normalmente el peso de una investigación suele recaer en aquellos que llevan a cabo los experimentos, y, como os estaréis imaginando, suele recaer en la figura del doctorando.

A todo esto debemos sumar la presión por publicar, la presión por terminar la tesis en el plazo establecido, y sobretodo la inestabilidad laboral. Yo me siento una persona muy afortunada, ya que mi contrato laboral me cubre el desarrollo de toda la tesis, sin embargo, la realidad en España es que un alto porcentaje de los doctorandos trabaja sin cobrar o con unos contratos lamentables. A esto hay que añadir que aún teniendo la suerte de tener un contrato laboral, sabes que tiene un final y es improrrogable. Existe un verdadero problema en la incorporación de nuevos doctores a las universidades, lo que conlleva a un gran envejecimiento de las plantillas docentes, disminuyendo, en mi opinión, la calidad de la formación, sobretodo en campos como el mío que se avanza a pasos agigantados.

Si tan duro es ¿por qué lo hacemos? Esta pregunta nos la hacemos muchos pero que muchos días, sobretodo días en los que todo te sale mal. Tras despotricar detrás de una taza de café siempre llegamos a la misma conclusión, es un trabajo apasionante.

¡¡Ánimo a todos los valientes!!

 

 

 

 

 

 

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