Es 1936. España, en plena Guerra Civil, vive uno de los peores momentos de su historia. Los bombardeos no dan tregua y el número de víctimas no deja de crecer. La situación es tan desbordante que resulta imposible atender a todos los heridos, y muchos de ellos se desangran antes de llegar a un hospital. Pero la necesidad agudiza el ingenio. El doctor Frederic Durán-Jordá lo demostró revolucionando los servicios de transfusión de sangre.
La necesidad de una pareja compatible
Antes de adentrarnos en la historia de este médico catalán, vamos a hablar del gran descubrimiento sin el que las transfusiones jamás habrían sido posibles: los grupos sanguíneos.
En las transfusiones, al igual que en las historias de amor, no todas las parejas son compatibles. ¿Y quién determina la complicidad entre donante y receptor? La clave está en la superficie de los glóbulos rojos, donde podemos encontrar proteínas y polisacáridos característicos a modo de pequeños adornos. Estos componentes (a los que vamos a denominar antígenos) no son iguales en todos los individuos, tal y como ocurre con otras características como el color de pelo o los ojos. ¡Incluso en algunas personas están ausentes!
Esta diferencia en los antígenos de los glóbulos rojos es la base de la compatibilidad sanguínea, ya que el sistema inmunológico puede identificarlos y reaccionar contra ellos. Obviamente, nuestro propio sistema inmunológico convive con los antígenos de nuestros glóbulos rojos toda su vida, sabe que son totalmente inofensivos y no tiene nada contra ellos. Sin embargo, ¿qué ocurriría si durante una transfusión sanguínea aparecieran antígenos nuevos pertenecientes a otra persona? Nuestro sistema inmunológico los consideraría extraños y, por tanto, una posible amenaza, por lo que intentaría bloquearlos generando anticuerpos específicos contra ellos. El resultado es que las células recién transfundidas serían destruidas provocando un auténtico caos.
Para evitar este desastre, antes de realizar una transfusión, es importante conocer qué tipo de sangre tienen el donante y el receptor. Y es que, igual que podemos clasificar a las personas en rubias, morenas o pelirrojas (o calvas), los antígenos presentes en los glóbulos rojos nos permiten clasificar la sangre en diferentes tipos. Existen muchos sistemas de clasificación de la sangre, pero sin duda los más conocidos y más importantes clínicamente son el sistema ABO y el factor Rh. ¡Vamos a verlos!
- Sistema ABO:
Ya en 1900, el patólogo Karl Landsteiner, descubrió que los glóbulos rojos podían contener en su superficie dos tipos de proteínas diferentes, a las que llamó antígeno A y antígeno B (¡para qué complicarse!). La presencia o ausencia de estos marcadores está determinada por los genes, permitiendo clasificar a las personas en los 4 grupos sanguíneos que vemos en la imagen:
Tal y como vemos en la imagen y a modo de ejemplo: si el grupo sanguíneo de una persona es el A, su sistema inmunológico sólo generará anticuerpos contra los antígenos que sean diferentes, es decir, anticuerpos anti-B. Por ese motivo, sólo podrá recibir sangre de donantes que no presenten el antígeno B, es decir, sangre tipo A o O. Y lo mismo ocurriría con el resto. ¿Quiénes son los más afortunados? Pues los que tienen los dos tipos de antígeno en su superficie, ya que no generarán ningún anticuerpo, y por tanto, les vale cualquier sangre.
- Factor Rh:
Años más tarde, en 1940, mientras Landsteiner trabajaba con macacos Rhesus, identificó otro tipo de antígeno en la membrana de los glóbulos rojos: el antígeno D. De esta manera, la sangre, además de ser tipo A, B, AB o O, también puede clasificarse como Rh positiva (el antígeno D está presente) o en Rh negativa (el antígeno D está ausente).
De nuevo, si una persona Rh negativa recibe sangre Rh positiva, su sistema inmunológico generará anticuerpos contra el antígeno D al que no ha visto en su vida, destruyendo los glóbulos rojos.
Teniendo esto en cuenta, ¿sabrías decir qué tipo de sangre se considera donante universal? Estamos hablando del grupo O-, ya que no presenta en su superficie ningún tipo de antígeno (ni A, ni B, ni D). Por eso, ni el más desconfiado de los sistemas inmunológicos sería capaz de identificar este tipo de sangre como una amenaza.
De las transfusiones directas al Amazon de la sangre
Lo cierto es que cuando Durán comenzó a ejercer la medicina, las transfusiones ya llevaban muchos años funcionando. Sin embargo, la manera habitual de realizarlas era conectando directamente el brazo de un donante al brazo de un receptor, y esperar a que se completara la transfusión. La eficacia de este método en tiempos de paz era indiscutible, pero os podéis imaginar que montar algo así en pleno campo de batalla no era nada fácil. Por un lado, había frentes abiertos en tantos puntos de la geografía española, que sería imposible decidir dónde instalar un servicio de transfusión. Pero además, la gravedad de las heridas provocaba que los combatientes habitualmente necesitaran más cantidad de sangre de la que un único donante podría proporcionar.
Consciente de estas dificultades y dispuesto a dar con la solución, Durán creó el primer servicio de transfusión moderno en Barcelona en 1936. Para Durán el método de transfusión perfecto debía cumplir 3 criterios: posibilidad de transfundir en cualquier sitio, en cualquier momento y por cualquier personal sanitario. ¿Cómo lo consiguió?
Organización como clave del éxito
Si quieres montar un buen negocio, lo primero es asegurar una buena organización. Durán logró movilizar a la población de Barcelona y alrededores para que donara sangre, de manera que siempre pudiera contar con suficientes voluntarios para constituir un verdadero Banco de Sangre. ¡En los 2 años y medio que estuvo funcionando, se registraron unos 28.900 voluntarios! No está mal teniendo en cuenta que aún no existía Twitter…
A cada voluntario se le extraían entre 300 y 400 ml de sangre y se realizaba la prueba del grupo sanguíneo, llevando un estricto registro de todas las donaciones.
Almacenar la sangre como recién hecha extraída
Conservar la sangre para usarla en el futuro era probablemente la mayor de las complicaciones, ya que había que evitar dos quebraderos de cabeza: la coagulación y la contaminación.
La coagulación es un proceso fisiológico que puede salvarnos la vida cuando sufrimos una herida: nuestra propia sangre forma un tapón que evita que nos desangremos. Pero claro, si lo que queremos es extraer sangre y almacenarla para transfundirla en otro momento, debemos buscar la forma de evitar que ésta coagule. Aunque ya se habían hecho algunas pruebas preliminares, Durán popularizó y extendió el uso del citrato sódico como anticoagulante. La sangre se mezclaba inmediatamente con el anticoagulante, pero además se filtraba para eliminar los pequeños agregados que se pudieran formar.
¿Y qué es lo que hacemos con la comida para que nos aguante unos días más? Meterla en la nevera, ¿no? Pues lo mismo hacían con la sangre: dejaban las botellas a 2-4ºC en posición vertical hasta 15 días. Así las conservaban y podían observarlas para comprobar si había cambios de color o aspecto que indicaran que se habían contaminado, en cuyo caso eran inmediatamente descartadas. Esto, sumado a un protocolo muy escrupuloso y utilizando material totalmente estéril minimizaba al máximo la invasión por microorganismos indeseados.
Teletransfusión
El equipo de Durán fue pionero creando la primera unidad móvil de transporte de sangre en todo el mundo. ¿Cómo lo hizo?

Agenciándose un camión frigorífico habilitado para el transporte de pescado, en el que sustituyó las truchas y las lubinas por botellas de sangre. A este camión se sumaron algunos más, lo que permitió que la sangre llegara desde su hospital hasta el frente de batalla o hasta lugares tan alejados de Barcelona como Aragón, País Vasco o Madrid.
Fácil y para toda la familia
Otra gran innovación fue el uso de un nuevo sistema para transfundir la sangre. Se trataba de los tubos “Autoinyectables Rapide”, formados por una botella en la que se almacenaba la sangre a baja presión, un filtro y una aguja. Este sistema permitía trasfundir la sangre de forma automática en cuanto se conectaba al paciente, sin necesidad de ningún tipo de bomba transfusora. Por eso resultaba idónea para utilizar en el frente con total seguridad.
Frederic Durán-Jordá fue pionero ideando un sistema de transfusión de sangre en diferido, que demostró su eficacia durante la Guerra Civil Española y posteriormente durante la Segunda Guerra Mundial. La filosofía organizativa de los bancos de sangre y los principios teóricos aplicados por este médico, supusieron la base de una metodología que, perfeccionada con el paso de los años, ha contribuido a salvar miles de vidas.
Bibliografía
Lozano M, Cid J. Frederic Duran-Jorda: a transfusion medicine pioneer. Transfus Med Rev. 2007, 21(1):75-81.
Muy interesante
Un tema desconocido y que todos lis días salva vidas
Sin duda un interesante trabajo emanado en la ULE. Una temática desconocida por la mayoría de la población. Así como en España esos pioneros como Víctor Grifols o Durán-Jordá, aquí poco resaltados, no ha sido así en Italia con Vittorio Formentano o en Francia con Grange o Guenin entre otros, incluso Argentina con su Luis Agote ya a principio del siglo pasado, o no digamos del austriaco-estadounidense Karl Landsteiner, en todos estos países se han encargado de dar a conocer con mayor profusión todo lo que hicieron en pro de la transfusión sanguínea, cuya consecuencia ha sido la salvación de millones de vidas humanas. Gracias por tanto y felicidades a estos científicos de la Universidad de León.