“Una copita de vino al día es buena para la salud”. ¿Quién no ha escuchado esta frase en algún momento de su vida en su ámbito familiar o de amigos? Incluso, podemos observar esta práctica viendo a nuestras abuelas y abuelos con su vasito de vino para comer o para cenar. Es una costumbre tan arraigada en nuestra vida y en nuestra sociedad que la aceptamos sin ninguna o casi ninguna duda (¡como para dudar con lo rico que está!). Pero, ¿es todo tan simple? ¿Qué hay de cierto o de mentirijilla en esta “recomendación”? Como dice un proverbio latino: “In vino veritas, in aqua sanitas”, que podemos traducir como: “en el vino está la verdad, en el agua la salud”. Veamos qué verdad es esa.
Y es que la buena amistad entre los humanos y el vino es muy antigua. Ya en la Antigua Grecia se adoraba al dios del vino, Dionisio, también dios de las festividades, el teatro, la danza, el éxtasis, los excesos… Vamos, el que armaba la fiesta. Pero, ¿en qué momento se comenzó a pensar que el vino era bueno para nuestra salud?
Para responder a esta pregunta debemos teletrasportarnos a la Francia de 1989, sede de la conocida “Paradoja Francesa”. Dicha paradoja venía a decir que el consumo regular de vino tinto era lo que protegía los corazones de los franceses frente a las enfermedades cardiovasculares, a pesar de las dietas ricas en grasas, en castellano: muchos croissants y mucho queso. Este efecto beneficioso del vino se atribuía a uno de sus componentes, el resveratrol.
A partir de ese momento hasta nuestros días, los efectos beneficiosos que se le atribuyen al resveratrol son variados y para todos los gustos. El resveratrol se asocia a un menor riesgo de sufrir enfermedades cerebrales gracias a su efecto neuroprotector. Además, puede tener un efecto positivo sobre el corazón, ya que mantiene los vasos sanguíneos flexibles y saludables gracias a su efecto antioxidante y además reduce el riesgo de accidentes cerebrovasculares. También tiene efectos beneficiosos para los diabéticos, efectos protectores sobre el riñón, la vista, los pulmones… Teniendo en cuenta todas las bondades del resveratrol y sabiendo que este componente está presente en el vino, algunos se atreven a concluir que un vaso de vino tinto equivale a una hora en el gimnasio. Visto así suena todo tan tentador, sobre todo lo del gimnasio, que yo ya estoy pensando en bajar al súper del barrio a por unas botellitas para casa.
¿Es oro todo lo que reluce?
Vamos a conocer realmente quién es el responsable de estos supuestos beneficios. Como expuse anteriormente la mayoría de los estudios apuntan al resveratrol, un conocido antioxidante. Es un compuesto fenólico y una fitoalexina presente en la uva. Una fitoalexina es un compuesto que se sintetiza en las plantas en respuesta a factores externos de estrés, por ejemplo, un ataque de un patógeno. Sin embargo, no solo nos podemos encontrar el resveratrol en las uvas utilizadas para el vino sino también en las manzanas, frambuesas, arándanos, ciruelas, cacahuetes y obviamente todos los productos que deriven de ellos. Para hacernos una idea de las cantidades de resveratrol que hay en el vino debemos aclarar dos cosas:
- El resveratrol presenta dos isómeros, denominados cis y trans, es decir dos estructuras diferentes del mismo compuesto; cuya concentración en el producto final es proporcional. La mayoría de los estudios asumen que la forma trans es más activa, lo que reduce las cantidades del compuesto activo.
- El contenido en el vino tinto, depende mucho del país y del área de cultivo, además de otras características que seguro que los enólogos nos explicarían mucho mejor.
Teniendo en cuenta todo esto, se estima que la media de resveratrol en el vino tinto es de 1,7-1,9 mg resveratrol/L.
Y ahora es cuando empieza la fiesta y la realidad. Es cierto que hay numerosos estudios acerca del resveratrol y sus efectos beneficiosos en el organismo. La mayoría de ellos son estudios in vivo con ratas o ratones, y en algún caso se ha llegado a un ensayo preclínico en humanos. Nos encontramos por tanto con un problema muy común en el mundo científico: la extrapolación a humanos de los datos obtenidos en experimentación animal. La realidad es que no se ha llegado a establecer con certeza cuál es la dosis terapéutica en humanos, aunque la más aceptada en los estudios hasta el momento es 1 gramo de resveratrol/día.
Y llegó el momento. Es aquí donde nos debemos formular la pregunta: con esa famosa copita de vino, ¿llegamos a las concentraciones deseadas? ¿Es posible alcanzar las dosis terapéuticas de resveratrol bebiendo la famosa copita?
Pues siento decepcionaros, pero esa copita de vino tinto al día no tiene suficiente contenido en resveratrol, ni de lejos. Por lo tanto nos tenemos que ir olvidando de que el médico nos recete un vasito de vino cada 12 horas para el colesterol o para el corazón.
La imagen inferior resume la cantidad de distintos alimentos o de bebidas que deberíamos consumir para alcanzar la dosis terapéutica. Estos datos se basan en las concentraciones de resveratrol que presentan cada uno de los productos definidas en distintos estudios en animales.

Vaya parece que deberíamos bebernos más de una, de dos o de tres copitas para alcanzar la dosis. Eso ya no suena tan beneficioso, suena más a borrachera o a muerte por intoxicación etílica, ¿no?
Desde el punto de vista científico no hay que negar que son muchos los trabajos publicados que exponen los efectos beneficiosos del resveratrol en la salud, pero no podemos extrapolar estos beneficios al vino. Existe una vertiente muy definida que se opone al consumo moderado de vino. En 2012, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un extenso documento, Alcohol in the European Union. Consumption, harm and policy approaches, donde confirman que el consumo moderado tiene un pequeño efecto protector sobre las enfermedades isquémicas pero una enorme toxicidad para el sistema cardiovascular. No podemos olvidar que los componentes que predominan en el vino son los azúcares y el alcohol etílico, y la balanza no se va a equilibrar: la cantidad de resveratrol es mínima en comparación con los otros dos componentes.
Teniendo en cuenta toda esta información, pongámonos en la situación: ¿Recomendarían tomar una copa de vino al día, sabiendo que el consumo de otros productos como frutas y verdura junto con un estilo de vida saludable, proporcionan más beneficios y tienen mayor efecto antioxidante? ¿Incitarían a ese consumo “moderado y responsable” que puede inducir a problemas futuros precisamente por ese consumo habitual, y que todos sabemos cuáles son?
España es un país con grandes productos vinícolas, es cierto. Y debemos estar muy orgullosos del producto que dan nuestras tierras. Siendo sinceros, todos relacionamos el vino con buenos momentos, como decía Sir Alexander Fleming: “Si bien la penicilina cura a los hombres, el vino les hace felices”. Pero debemos tener mucho cuidado con este tipo de hábitos instaurados en nuestra sociedad. No podemos olvidar que la mayoría, por no decir casi todo lo que estaríamos ingiriendo es alcohol etílico, del cual si conocemos sus graves efectos adversos.
Bibliografía
Weiskirchen S, and Weiskirchen R (2016) Resveratrol: How Much Wine Do You Have to Drink to Stay Healthy? Adv Nutr An Int Rev J 7:706–718.
Esther Blanco Paniagua. Graduada en Biología hace ya unos añitos y actual estudiante de doctorado en Biomedicina en la Universidad de León. Cazurra de pura cepa. 100% curiosa y experta en nada, pero siempre con muchas ganas de aprender, escuchar, ayudar y, cómo no, a colaborar. Instagram y Twitter: @estherpumarada y LinkedIn: Esther Blanco Paniagua.