¡¡¡Buenos días!!!
Creo que como casi todos, estoy intentando exprimir al máximo estos últimos días de agosto. Septiembre está a la vuelta de la esquina y con ella la vorágine de un nuevo comienzo tras el parón veraniego.
Hoy voy a hacer un post cortito e introductorio de una nueva sección en la que hablaré de Alimentos Funcionales. Y sin más dilación, pongámonos manos a la obra y vamos a hablar un poquito de qué son y qué no son los Alimentos Funcionales.
Tomando prestada la definición formulada por Sastre Gallego en 2010, «un alimento puede considerarse funcional sí, además de sus cualidades nutricionales afecta beneficiosamente a una o varias funciones relevantes para el organismo de manera que proporciona un mejor estado de salud y bienestar y/o reduce el riesgo de padecer una enfermedad».
Y aquí quiero hacer un pequeño apunte. Hay que saber diferenciar entre lo que un alimento puede hacer y lo que no puede hacer dependiendo del estado de salud de cada uno, ¿ésto que quiere decir? Pues que frente a una patología, el aporte de determinados alimentos puede favorecer tu estado de salud, tu bienestar y/o ayudar en tu recuperación, pero nunca debemos sustituir un tratamiento médico.
Os pongo un ejemplo personal, yo, (¡por desgracia!), como muchas mujeres, soy bastante propensa a las infecciones de orina. Se ha demostrado que el arándano rojo tiene propiedades que reducen el crecimiento de microorganismos patógenos y que su consumo tiene un efecto protector frente a las infecciones de orina. ¿Qué es lo que yo hago? Cuando llega el verano, donde vamos de la piscina a la playa, nos secamos al aire y cogemos frío en la tripa, yo intento consumir bastante arándano, en forma de agua o la fruta deshidratada, con el fin de prevenir la aparición de la infección. Sin embargo, si cojo una infección no se me ocurre comerme dos kilos de arándanos, sino que voy al médico para que me dé el tratamiento que mejor me convenga, ¿veis la diferencia?
Este es un ejemplo en una patología más leve, (aunque muy dolorosa), pero todos conocemos casos, y por desgracia cada vez más, de personas a las que engañan con alimentos milagrosos que curan el cáncer o ungüentos sagrados que hacen desaparecer el alzheimer. Debemos decir ¡¡NO a las Pseudociencias!!
Y después de esta reinvindicación… Vamos al tema que nos ocupa, ya que el conocimiento es la mejor herramienta para protegernos de los engaños.
Para que la Legislación Europea considere un alimento como funcional debe estar demostrado científicamente que tras su consumo en cantidades que normalmente forma parte de la dieta, aportan un beneficio. Esto qué quiere decir, pues que si para que un alimento sea beneficioso para tu cuerpo te tienes que comer una tonelada al día, pues obviamente, no se puede considerar como alimento funcional. Además, estos alimentos deben proporcionar una información veraz en su etiquetado, nada de «alimento milagroso que te curará la diabetes».
A día de hoy, tras numerosos estudios científicos que han demostrados sus propiedades tanto nutricionales como saludables, han sido aprobados por la UE varios alimentos como alimentos funcionales, tales como, vitaminas, minerales, ácidos grasos, probióticos, fitosteroles, polifenoles… Iremos hablando de muchos de ellos, y cuál es la mejor forma de consumirlos.
El tema de la alimentación, aunque no es mi campo de estudio, me apasiona. Creo que todos deberíamos saber qué es bueno para nuestro cuerpo y qué no lo es y ser consciente de lo que consumimos. Queramos o no, somos lo que comemos y vamos a tener que vivir con nuestro cuerpo durante el resto de nuestra vida, así que yo prefiero cuidarlo, ¿y tú?
¿Os gustaría saber un poco más? No hagan zapping… 😀