¿Sabes por qué tras un accidente nuclear, como el de Chernobyl o Fukushima, se recomienda administrar yodo a la población? ¿Alguna vez, mientras llenabas el carrito de la compra, te has preguntado si deberías llevarte sal yodada o sal común? Detrás de estas preguntas aparentemente tan dispares, encontramos un denominador común: el yodo.
Un elemento esencial
El yodo es un oligoelemento, es decir, un elemento inorgánico que, a pesar de encontrarse en cantidades muy pequeñas, es imprescindible para el correcto funcionamiento del organismo.
Pero, ¿por qué es tan especial? El yodo es necesario para sintetizar las hormonas tiroideas, ya que forma parte de su estructura. La glándula tiroides se encarga de fabricar estas hormonas, y para ello tiene la capacidad de acaparar y concentrar la mayor parte del yodo que circula por la sangre. ¡Así se consigue que la concentración de yodo en las células de la glándula tiroides sea 40 veces superior a la del plasma! Y una vez que dispone de suficiente materia prima, puede llevar a cabo su función con total normalidad.
Las hormonas tiroideas (triyodotironina o T3 y tiroxina o T4) ejercen un montón de funciones en prácticamente todas las células del organismo. De manera extremadamente resumida, podemos decir que activan el metabolismo celular, estimulan el crecimiento y el desarrollo neurológico y regulan la actividad cardíaca. En cierto modo, son las pilas que ponen en marcha el organismo. Con funciones tan numerosas y complejas, os podéis imaginar que, ni el exceso ni el defecto de hormonas tiroideas van a pasar desapercibidos:
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The Ankward Yeti El hipotiroidismo (déficit de hormonas tiroideas) es el equivalente al «modo ahorro de energía» de nuestro móvil. Ante esta situación, todos los procesos van más lentos de lo normal: cansancio, estreñimiento, ganancia de peso, bradicardia, sensación de frío… En casos extremos, el organismo intenta despertar a la glándula estimulándola sin parar. Esto puede provocar un crecimiento desmesurado de la glándula, haciendo que sea perceptible en la zona del cuello. Es lo que conocemos como bocio. Además, si el déficit se produce durante las primeras etapas de la vida, puede provocar retraso del crecimiento y alteraciones en el desarrollo neurológico (desde un leve deterioro cognitivo hasta la situación más grave, el cretinismo).
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El hipertiroidismo (exceso de hormonas tiroideas) es el estado opuesto. Se caracteriza porque la actividad del organismo está disparada: nerviosismo, insomnio, diarrea, pérdida de peso, taquicardia, sudoración…
Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con las preguntas que planteaba al inicio de esta entrada?
Yodo ante un accidente nuclear
El uranio es el principal combustible utilizado por las centrales nucleares para obtener energía. La fisión nuclear de este elemento produce, entre otras cosas, yodo radioactivo (concretamente el isótopo I-131). Cuando se produce un accidente nuclear, este yodo radioactivo puede salir al exterior invadiendo todo el entorno. Y, por si esto fuera poco, puede adentrarse en el organismo al respirar aire contaminado o al ingerir agua o alimentos contaminados. Cuando el yodo radioactivo entra en la circulación, la glándula tiroides es incapaz de distinguir entre yodo estable y yodo radioactivo. Así que, muy previsora, comienza a captar todo el I-131 con la idea de utilizarlo en la futura síntesis de hormonas. La acumulación de yodo radioactivo en la glándula tiroides, puede producir daños en el ADN, aumentando el riesgo de cáncer en ese órgano.
Allá por la década de los 60, se planteó implementar el bloqueo tiroideo con yodo como protección frente a emergencias radiológicas y nucleares. Este bloqueo consiste en administrar yodo estable (en forma de yoduro de potasio) al inicio de la exposición o, si fuera posible, antes de que ésta se produzca. De esta manera se intenta saturar a la glándula tiroides con yodo inocuo para que, cuando se enfrente al yodo radioactivo, esté tan empachada que no pueda incorporar ni una migaja más. Así, aunque el I-131 aún podría entrar en el organismo, al no almacenarse en el tiroides, sería eliminado con mayor facilidad.
¡Un dato interesante! ¿Sabes que podemos utilizar esta estrategia a la inversa para nuestro propio beneficio? Estoy hablando del tratamiento con yodo radioactivo. Esta terapia se lleva a cabo en algunos casos de hipertiroidismo o cáncer de tiroides en los que las células tienen demasiada actividad o no funcionan correctamente. Consiste en administrar I-131 de manera controla, para que sea captado por las células dañadas consiguiendo así su destrucción.
¿Sal yodada o sal común?
Es probable que alguna vez en el supermercado te hayas visto con un paquete de sal común en una mano y uno de sal yodada en la otra. ¿Cuál llevar? ¿Es la sal yodada uno de esos suplementos absurdos que no necesitamos? ¿O su uso está justificado?
La EFSA nos indica que los adultos deberían ingerir unos 150 μg diarios de yodo. En el caso de las mujeres embarazadas o en período de lactancia, el aporte debería ser aún mayor (200 μg), ya que deben suplir las necesidades del bebé. ¿Qué ocurre cuando se incumplen estas recomendaciones? Pues que aumenta el riesgo de sufrir una deficiencia de yodo que, a su vez, puede desencadenar hipotiroidismo. Y, ¡ojo con esto! Porque el déficit de yodo es la principal causa evitable de discapacidad intelectual.
Aunque existen diversas fuentes naturales de yodo (pescado, marisco, lácteos), lo cierto es que suele encontrarse en cantidades realmente bajas en los alimentos. Por eso, salvo que consumamos estos productos a diario, no es fácil cumplir con las recomendaciones de las autoridades sanitarias. De hecho, la deficiencia en yodo ha sido una de las carencias nutricionales más prevalentes en todo el mundo durante muchos años. Incluso un país desarrollado como España, fue considerado como yododeficiente por la OMS hasta el año 2003. Por este motivo, tanto la OMS como las Sociedades de Endocrinología, apuestan por la yodación universal de la sal como estrategia para asegurar un consumo adecuado de este elemento. Esta recomendación general cobra especial importancia en el caso de grupos con necesidades incrementadas (como embarazadas y niños) o con un menor aporte a través de la dieta (alérgicos a la leche, vegetarianos y veganos).
Sin embargo, hay situaciones excepcionales en las que la sal yodada puede estar desaconsejada. Por ejemplo en el hipertiroidismo se recomiendan dietas bajas en yodo para limitar la producción de hormonas tiroideas. También se desaconseja antes de un tratamiento con yodo radioactivo, ya que podría limitar la eficacia de la terapia.
Ahora, aunque en tu caso no esté desaconsejado, tampoco empieces a echar sal yodada como un loco a todo lo que cocines. El consumo excesivo de sal, ya sea común o yodada, puede tener efectos perjudiciales en nuestra salud cardiovascular, sobre todo si sufres hipertensión. Así que, ¡no te confundas! La recomendación de la OMS es sustituir la sal común por sal yodada, pero sin aumentar el consumo de sal. ¡Cuida a tu tiroides sin castigar a tu corazón!